¿Por qué me siento peor después de la primera sesión de terapia?

Llevas un tiempo perdido, sin encontrarte, sintiéndote abrumado por un conjunto de emociones que te cuesta gestionar y no sabes de dónde vienen… Y, por fin, te decides a buscar ayuda psicológica esperando sentirte mejor, tener claridad, aprender a conocer tus emociones y superar tus dificultades. Vas a tu primera sesión de terapia y, aunque te sientes más ligero, a los días comienzas a sentirte peor… ¿Por qué ocurre esto?

La apertura emocional: un acto valiente pero desafiante

Seamos honestos: el malestar es desagradable y, a menudo, buscamos la forma de reprimirlo, negarlo o distraernos de él. Hacemos todo tipo de cosas para quitárnoslo de la cabeza: llenar nuestro tiempo de actividades, desconectarnos mirando redes sociales o series en bucle, beber o consumir sustancias… Vamos en piloto automático, intentando no sentir, no dolernos y no experimentar esa parte de nuestra vida que no nos gusta, esa parte de nuestro yo que rechazamos. Así, el malestar va creciendo como una bola de nieve cuesta abajo tras nuestra espalda. Y, cuanto más crece, más nos intentamos evadir. 

De repente, llegamos a un espacio, la consulta terapéutica, en el que podemos permitirnos después de mucho tiempo sentir nuestro dolor. Durante esta hora, podemos conectar con aquello que, normalmente, intentamos exiliar de nuestra vida

Así, acompañados de nuestro psicólogo, exploramos las razones que nos han llevado a buscar ayuda, mostrando temas que pueden haber sido reprimidos, ignorados o evitados debido a su carga emocional. Expresar estos sentimientos y pensamientos por primera vez en un entorno terapéutico puede generar una sensación de vulnerabilidad o tristeza, a la vez que un intenso alivio.

Muchas veces, las personas llegan a terapia después de haber acumulado dolor emocional durante años. El simple hecho de verbalizar ese malestar puede abrir una "caja de Pandora" emocional. Si bien esto es una parte fundamental del proceso de sanación, también puede resultar abrumador en un primer momento.

El efecto espejo: confrontar la realidad

Los psicólogos actuamos como un espejo que permite a la persona ver aspectos de sí misma y de su situación que quizás no había notado o que había preferido ignorar. Este efecto puede ser impactante. Confrontar patrones de pensamiento, conductas disfuncionales o dinámicas relaciones puede generar sentimientos de tristeza, culpa o frustración.

Además, en terapia nos hacemos preguntas que invitan a reflexionar de manera profunda. Estas preguntas pueden desestabilizar temporalmente nuestras creencias o narrativas que hemos construido para sobrellevar su situación.

Desestabilización emocional como parte del cambio

El cambio personal raramente es un proceso lineal y limpio. De hecho, el malestar inicial tras una sesión de terapia puede ser una señal de que se ha producido una movilización emocional importante. Podríamos decir que es similar a las agujetas que sentimos después de un duro entrenamiento. 

En el contexto de la terapia, la mente y las emociones están comenzando a procesar información y experiencias de una manera diferente. Aunque inicialmente esto puede generar incomodidad, a largo plazo suele conducir a una mayor comprensión de uno mismo y a la resolución de conflictos internos. 

Expectativas poco realistas sobre la terapia

Otra razón por la que una persona puede sentirse peor después de la primera sesión es tener expectativas poco ajustadas sobre el proceso terapéutico. A veces, y guiados por la inmediatez con la que vivimos la vida actualmente, esperamos soluciones rápidas o respuestas concretas a los problemas que vivimos. Otorgamos al psicólogo el papel de guía y delegamos la responsabilidad de que nos diga cómo vivir. Sin embargo, la terapia es un proceso que requiere tiempo, paciencia y compromiso y sólo tú eres el experto de tu vida.

En terapia, las soluciones se construyen entre paciente y psicólogo. Primero, tomamos consciencia para, después, poder ser más libres en nuestras decisiones. La primera sesión ofrece solo un primer acercamiento a la situación y establece las bases para el trabajo conjunto. Este desajuste entre las expectativas y la realidad puede generar frustración o sensación de decepción.

Estrategias para manejar el malestar después de la primera sesión

Si te sientes peor después de tu primera sesión de terapia, hay varias estrategias que pueden ayudarte a manejar esta situación:

  • Reconoce y valida tus emociones: es normal sentir una amplia gama de emociones después de hablar sobre temas difíciles. Permítete sentir y procesar esas emociones sin juzgarte.
  • Escribe un diario: anotar tus pensamientos y sentimientos puede ayudarte a organizar tus ideas y a comprender mejor lo que estás experimentando. Escribe sobre ello y llévalo el próximo día a terapia para comentarlo con tu psicólogo.
  • Habla con tu terapeuta: si el malestar persiste o te preocupa, coméntalo en la siguiente sesión. el terapeuta puede ayudarte a entender por qué te sientes así y a desarrollar estrategias para manejarlo.
  • Practica el autocuidado: tómate tiempo después de tus sesiones para realizar actividades que te ayuden a relajarte y a sentirte bien, como dar un paseo, meditar o pasar tiempo con seres queridos.
  • Recuerda que es parte del proceso: el malestar inicial no significa que la terapia no esté funcionando; por el contrario, puede ser una señal de que estás comenzando un proceso de cambio significativo.

En resumen: sentirse peor después de la primera sesión de terapia puede ser una experiencia desconcertante, pero es una reacción común y comprensible. La terapia implica un trabajo profundo y, en ocasiones, desafiante que requiere tiempo y paciencia. Al atravesar este malestar inicial, muchas personas encuentran un camino hacia una mayor comprensión de sí mismas y un bienestar emocional duradero.

Si has decidido comenzar tu proceso, contacta con nosotras para que te acompañemos.

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